Notas Históricas

Las primeras evidencias de poblamiento humano en el término municipal de San Miguel hemos de buscarlo en las entrañas más profundas de la sierra de las Quilamas. En las proximidades del nacimiento del arroyo Quilamas, en uno de los barrancos de los que bebe el afluente de El Vieco, poblaciones prehistóricas sintieron la necesidad de pintar una serie de figuras que, aunque de significado desconocido para nosotros, nos informan del atractivo que la sierra tuvo ya desde entonces para el hombre. (…) Aunque la cronología de estas pinturas es incierta y los historiadores han mantenido diferentes teorías al respecto, lo más probable es que sean contemporáneas de un pequeño castro o aldea que se situó en Castil de Cabras, en el que aparecen restos de cerámica que catalogamos como de época calcolítica, o lo que es lo mismo, de una cultura que ya conocería el uso del cobre y que dataríamos en el tercer milenio antes de cristo. El dolmen que se halla en el mismo lugar parece ser que es contemporáneo del asentamiento. (…)

Aunque este puede ser el primer asentamiento estable de la sierra, probablemente con anterioridad el hombre transitó este espacio dentro de itinerarios que unían la cuenca del Tajo y la del Duero, probablemente siguiendo ciertas especies animales. De hecho, en los alrededores de San Miguel de Valero, en torno al valle del Alagón aparecen útiles que se fabricaron en la época del Paleolítico Medio, en el Achelense, de una antigüedad de 200.000 años. (…)

Durante el siguiente milenio, parece que la población de la sierra se consolidó, organizándose en asentamientos más o menos estables en torno a los valles, pero organizando su defensa en los enclaves estratégicos de las zonas más altas. Así, se fortificarían los picos Cervero, Los Molinos, Los Ganchos, La Corona, Teso Mirón y, probablemente, un primer asentamiento en la sierra del Castillo. De la actividad de esta época en la sierra nos han llegado diferentes vestigios, aparte de las imponentes murallas de estas fortalezas, que nos evidencian la magnitud de los esfuerzos necesarios para su construcción y la ya importante densidad de población de toda la zona. (…)

A partir del primer milenio, los datos no aportan nada nuevo. Probablemente existiera un asentamiento vetón en Monte Alcaide, del que pudiera proceder el verraco que se localiza en el cercano pueblo de Monleón. (…)

Los Romanos

Esta sería la situación con la que se encontrarían los romanos al llegar a esta zona. Para someter a los habitantes de la sierra, los nuevos invasores obligarán a establecerse a los indígenas en las faldas de la montaña y a destruir sus fortificaciones para garantizar su sometimiento. Esta será la razón por la que las imponentes defensas de la sierra han legado a nosotros en tal estado de destrucción. De la misma forma, este sería el primigenio origen de los pueblos que circundan la montaña. (…)

Algunos autores han querido ver el origen del nombre de Valero a partir del nombre romano Valerio, lugar donde, aprovechando la situación recogida del valle, la cercanía de aguas salutíferas y la abundante mano de obra indígena, se situaría una villae. La realidad es que el dato no ha sido corroborado por ningún vestigio material, aunque a su favor hay que decir que serían los romanos los que introducirían en la zona el cultivo de la vid, el olivo y el castaño, que todavía son característicos del paisaje agrario de la zona, observándose cierta especialización espacial, localizándose olivos de una gran antigüedad en el término de San Esteban, viñedos y lagaretas para pisar las uvas en el término de San Miguel, extendiéndose hacia Linares y Monleón y castañares en las zonas de umbría de las laderas montañosas.(…).

Recordemos que Llorente Maldonado propone como una posibilidad el origen del nombre de Linares a partir de Liminares, límite, frontera, de hecho sabemos que hasta el pueblo llegaba un antiguo ramal de la calzada de la plata que badea el Alagón en término de Tornadizos por el puente de Rando, nombre que provendría igualmente de randa, frontera. Por la crónica Biclarense tenemos conocimiento de la existencia de dos pueblos que vivían en un estado de práctica independencia del poder romano en alguna comarca relativamente aislada. Al menos uno de ellos, los ruccones, se debía situar entre Salamanca y la alta Extremadura y Juan Biclarense nos informa de su derrota ante el rey suevo Miro en el año 572. No sería descartable que en contestación a esta acción se produjera la llegada de los visigodos a la zona. (…)

Edad Media

Esta organización del territorio persistirá en época visigótica, época en la que parece documentarse un asentamiento en el cercano pueblo de Santibáñez, en el que una inscripción de la antigua iglesia de San Juan conmemoraba en verso su fundación en 583. En ese mismo lugar, inscripciones en pizarras parecen relacionarse con la existencia de una cañada ganadera que uniría el curso medio del Alagón con las cabeceras del río y de su afluente Quilamas. (…)

Entre la realidad y la imaginación discurre uno de los episodios más emblemáticos del pasado de San Miguel de Valero, narrado infinitas veces siguiendo la tradición legendaria. En el epílogo de la dominación visigótica se sitúa la batalla de Segoyuela, derrota definitiva de las tropas de Rodrigo en manos de los musulmanes. Es probable que esta fuera la última ocasión en la que el cerro del Castillo fuera utilizado como asentamiento, y que estos hechos originen la invención de la famosa leyenda de la reina Quilama que se cuenta en todos los pueblos alrededor de la sierra.

Lo que sí parece cierto es que la llegada de los musulmanes a la península trae a la sierra un dilatado período en el que ningún poder político logra un control efectivo sobre este territorio. Las propias revueltas producidas en el seno del poder musulmán facilitarían la llegada de nuevos pobladores a la sierra que se mezclarían con la población autóctona. En el 767 se subleva en Mérida al-Fatimī, de nombre ‘Abd al-Wālid al-Miknāsī. Se hace dueño del distrito de Coria y tras una expedición del emir huyó hacia el “país agreste”.

Durante la alta Edad Media la sierra sería una tierra de nadie, sólo controlada periódicamente por musulmanes y cristianos que fijarían destacamentos de manera temporal para prevenir posibles ataques. (…)

El período de libertad de los serranos se alarga prácticamente hasta el siglo XIV, momento en el que comienza a aparecer documentación escrita sobre esta zona, debido a que el Tratado de Tordehumos entre Castilla y León (1194) prohíbe la creación de asentamientos humanos en este rincón, con lo que durante prácticamente toda la Edad Media la sierra fue un espacio idílico de hombres libres en el que vivían comunidades de eremitas, tornadizos que huían tanto del sur musulmán como del norte cristiano, y antiguos pobladores autóctonos que mantenían una producción ganadera que complementaban con una labor de hostigamiento a las patrullas que cruzaban la sierra (…).

Es probable que la primera aldea cercana al actual enclave de San Miguel que tuviera cierta entidad en esta época se situara en el cerro de San Juan (…)

Edad Moderna

A fines del siglo XV, probablemente como resultado de la pugna entre el cabildo catedralicio y el obispo de Salamanca por el control de las rentas de las parroquias de la zona, se edifica la iglesia. Como nos informa algo más de un siglo después el Libro de los lugares y aldeas del obispado de Salamanca, se construye en el campo, ya que el primigenio caserío se constituyó a lo largo del camino que unía Valero con Monleón, dividido en dos barrios, el barrio arriba y el barrio abajo que quedaban unidos en el espacio en el que se localizaba una fuente, actualmente en la plaza que se llamó del potro. Es probable que la división espacial en dos barrios respondiera a algún criterio: la procedencia de los pobladores o, quizás un carácter étnico. No olvidemos que tanto en San Esteban como en Linares está documentada la existencia tanto de mudéjares como de judíos. Además el hecho de que la iglesia se construyera a una distancia prudencial del pueblo, al igual que en los casos de El Tornadizo y de Linares, cuyo caserío histórico no alcanzaría el espacio que domina la iglesia, hace pensar en la necesidad de mantenerla alejada de una población de moral no acorde con el credo oficial.

Respecto a la construcción de la iglesia, lo más probable es que en la obra participaran las poblaciones mudéjares de la comarca, sobre todo para la fabricación del artesonado de madera, como ocurre en el resto de las iglesias de la zona, que responden a las mismas trazas.  (…)

A principios del siglo XVII el clérigo visitador del obispado inspecciona las iglesias de la diócesis. Es la primera fuente escrita directa que conservamos de San Miguel. Lo primero que nos llama la atención es que los llama sólo San Miguel, lo que apoya la idea de que el pueblo surge autónomamente, no como una extensión de Valero. El término municipal quedaba dentro de la Tierra de Salamanca, dentro del Quarto de Peña del Rey y tiene 30 vezinos (en torno a 150 personas).  (…)

Precisamente en este siglo XVII de guerras y crisis económicas y demográficas San Miguel de Valero pasará de ser un pueblo de realengo a depender del duque de Béjar, que formará el marquesado de Valero con los terrenos de Valero, El Endrinal, San Miguel, Los Santos, Frades y Tornadizo. Precisamente éste ha de ser el origen la segunda parte del nombre del pueblo, pasando, partir de ahora a denominarse San Miguel de Valero (…)

En el siglo XVIII el pueblo, como todos los que formaron parte del marquesado, pudo comprar su libertad al duque. Dicha recompra al duque nos señala ya la superación de esos tiempos difíciles que fueron el siglo XVII. En este siglo XVIII, la economía de San Miguel, siempre basada en la agricultura y la ganadería, tendría una importante ayuda en la producción artesana de mantas de pingos y calzado, actividades probablemente relacionadas con la existencia aún de población con ascendientes mudéjares que trasmitirían el oficio de generación en generación.

En abril de 1753, la Junta de la Única Contribución ordenó sacar puntual noticia de el Hazendado maior que hubiere en cada pueblo. (…)  En San Miguel de Valero, el mayor hacendado es la iglesia, que tiene unos ingresos de 323 reales de vellón que obtiene de 5 fanegas (160 reales), diezmos (143) y otros ingresos. Esta cuantía representa una de las más bajas de toda la provincia. (…)

La agricultura tradicional sufriría cambios significativos a finales de esta centuria. Dentro del movimiento ilustrado, la sierra tuvo en suerte que en su seno naciera don Juan Antonio Melón, gran defensor de la necesidad de la modernización del campo español. Un sobrino suyo, don Julián Melón ejerce de párroco en Linares de Riofrío desde 1791 e introduce en esta comarca el cultivo de la patata. Este hecho modificaría drásticamente la economía de San Miguel, donde el tubérculo tuvo tal éxito, que durante el siglo XIX sus habitantes se ganaron el apelativo de sus vecinos serranos de “patateros”, con el que todavía eran conocidos en las primeras décadas del siglo XX.

El Siglo XIX

También la guerra de la Independencia pasó por el paisaje serrano. El 18 de octubre de 1809 el duque del Parque se enfrenta a 12 ó 13.000 franceses entre Carrascalejo, Sanchón y Tamames. Los franceses perdieron más de 1.3000 hombres, mientras que los españoles sólo 70 muertos y 400 heridos. Qué duda cabe que tamaña batalla produciría gran resonancia en toda la zona, llegando soldados heridos y huidos a los pueblos de alrededor. (…)

La revancha de las tropas francesas también se empezó a fraguar en esta zona. En noviembre la división del Ejército de Extremadura, mandada por el duque del Parque, Don Diego de Cañas y Portocarrero, se retira de Salamanca, al tener noticia de que los franceses, al mando de Quellerman, reunían en Toro un importante contingente de caballería. Sale en dirección a San Pedro de Rozados y, sabiéndose perseguido por los franceses, el día 6 se retira a Valdelacasa y Fuenterroble. Tras volverse los franceses a la ciudad, los españoles avanzan hacia Alba, donde se sitúan el día 22. Allí tendría lugar una batalla el día 28 que perdieron los españoles, que compensa la victoria que tuvieron en Tamames. (…)

A mediados del siglo XIX, cuando Madoz realiza su Diccionario geográfico, estadístico, histórico de España y sus posesiones de ultramar, San Miguel de Valero contaba con 116 vecinos y 443 almas, lo cual llama la atención por su baja proporción, no llegando a los 4 habitantes por vecino. (…)

El carlismo tuvo también arraigo en esta comarca. En 29 de junio de 1875 se hace un decreto con la intención de embargar los bienes y expulsar del territorio español a todos los individuos que han pertenecido a Comités o Juntas carlistas y que no se presenten en el preciso término de 15 días ante la autoridad gubernativa. En el partido de Sequeros (…) es sin duda la zona con mayor implantación de toda la provincia. (…)

Este final de siglo estuvo marcado en la economía de San Miguel por los nuevos bríos que experimentó la producción de vino. Aprovechando la crisis de los viñedos franceses a causa de la plaga de la filoxera en toda España se reactiva este sector y en la sierra se pasa del autoconsumo a la producción de mercado, que tendrá su continuidad durante la primera mitad del siglo XX con la creación de una cooperativa vinícola en el pueblo.

Las canteras tuvieron importancia en épocas pasadas para la obtención de piedra, que era convertida en cal, y también explotaron otra variedad de piedra, “Pajarilla” utilizada para la construcción.

La ganadería del caprino, ovino y vacuno ha formado junto con la apicultura, parte de la economía local. La apicultura se ha venido practicando desde el siglo XVIII (…).

El Siglo XX

La II República traerá a la sierra la organización del movimiento obrero. En San Miguel de Valero se crea una Sociedad de Trabajadores de la Tierra y Oficios Varios el 7 de Julio de 1932, de carácter socialista-ugetista. En las elecciones de noviembre de 1933 San Miguel de Valero vota mayoritariamente al partido comunista (153 votos) en detrimento de la coalición socialista-obrera (65 votos), significándose de los resultados de la comarca y de la provincia. Es probable que este ímpetu con el que en el pueblo arraigó el movimiento obrero fuera la causa de que, en cuanto se produce el alzamiento se hacen “limpiezas” por parte de falangistas en Los Santos y desde allí, durante toda la guerra se organizan brigadas de control para controlar toda la sierra. Aún con todo cuatro hijos del pueblo murieron en el frente nacional, como aún recuerda la placa del atrio de la iglesia.

El baby boom postbélico trajo consigo un crecimiento de la población que supuso una sobreexplotación de los recursos que produce un arrasamiento de la sierra, como atestiguan las fotos que nos han llegado de los años 40 y 50. La carestía y la falta de un cambio tecnológico en las formas de producción, amén de una tendencia a subdividir al máximo la propiedad de la tierra hacen que la producción se sitúe por debajo incluso del límite de subsistencia. La cobertera vegetal prácticamente desaparece al tener la necesidad de producir carbón vegetal, para lo que los vecinos menos pudientes y sin otros recursos se veían obligados a utilizar la vegetación leñosa de la sierra. El topónimo Las Carboneras es indicativo de este proceso, siendo significativo que se sitúan a más de tres kilómetros del núcleo urbano, sierra adentro, lo que nos da una idea de lo dificultoso que llegó a ser la obtención de materia prima para la producción. La sobreexplotación de la cobertera vegetal produjo dos efectos, por un lado una fuerte erosión de los suelos, por otro, la sobredimensión de la actividad ganadera de caprino que aprovechaba el pasto herbáceo en los antiguos bosques.

Este hecho explica la división de los vecinos en la década de los 60 cuando se lleven a cabo políticas de repoblación forestal. Los ganaderos se opondrán frontalmente a estas repoblaciones, mientras que muchos de los vecinos emigrados verán en ellas la posibilidad de dar un uso a las propiedades que dejan atrás.